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Ok, soy una romántica, sí, de esas que disfrutan las pláticas a media noche, de las que creen en las señales que te da la vida, en las casualidades, disfruto recostarme en el pasto a ver la luna, esperar a ver pasar conejos por la calle, me encanta ver atardeceres y buscar el lado especial de cada instante… para volverlo un momento memorable.
Anoche, aquellos que vivimos de este lado del mundo tuvimos la oportunidad de apreciar algo que no se repetirá sino hasta el 2010: un eclipse total de Luna; para muchos esto seguramente no es más que un fenómeno natural que bien puede repetirse más de una vez durante el tiempo de vida que tienen… para mí fue una oportunidad de inventarme una noche romántica.
Cenas con velas y vino puede haber muchas, salidas al cine, siestas, ensayos, horas de desvelo por tareas, pueden repetirse más de una vez al mes; sin embargo, una noche en la que la luna se viste de rojo (aunque más bien era un tono anaranjado) y luego se quita el vestido ante tus ojos… no se puede ver con tanta frecuencia.
Y para aprovechar la noche, nada mejor que una buena compañía, música alegre de fondo, ropa fresca, un buen helado, manejar hasta un lugar alto y lejano donde las luces de la ciudad no opaquen el brillo de la luna y las estrellas y, con un poco de suerte, ver unas cuantas estrellas fugaces.
Una noche llena de conversaciones y silencios agradables, un cielo lleno de luces y formas en las nubes, un ambiente frío y lleno de ruidos de ramas crujiendo, una camioneta, un coche, tres mujeres, un hombre y una historia que contar juntos… un momento romántico después de todo.
Les comparto mi romance, a mi este tipo de cosas me sirven como combustible para sonreír y llorar sin razones aparentes por más de una semana.