Ratatouille

domingo, 8 de julio de 2007


Mi hermano menor (el de 6 años) ha sido desde hace tiempo mi principal pretexto para ir a ver películas infantiles –para fines prácticos entiéndase que corresponden a esta categoría todas aquellas que caigan dentro de la clasificación “A” y “AA”, preferentemente de dibujos animados o fantasía- creo el aprovechamiento de este pretexto ha sido mucho más enriquecedor para mi que para él, después de todo sigo siendo una niñita fantasiosa.
Esta costumbre había quedado de lado durante ya casi un año debido a diversas razones: falta de tiempo, bajos (o nulos) recursos económicos y escasez en el financiamiento de parte de mamá; sin embargo, este pasado viernes (6 de julio) el lado económico y la coincidencia temporal me permitieron de nuevo valerme de este pretexto y retomar la costumbre de llevar al pequeño al cine.
Cabe aclarar que durante este año no había prescindido del cine infantil, sin embargo la emoción no es la misma cuando a tu lado hay un niño de 6 años que grita, se emociona, se mueve, y abre los ojos a cada nuevo truco de un personaje de colores en la pantalla. Estar a lado de un niño así te hace sentir más en confianza cuando tú también crees que eso puede ser real, cuando te dejas llevar por una historia de Disney en la cual el héroe es una rata que sabe cocinar… ¿Quién dijo que los personajes de una película necesitan superpoderes para poder llegar a ser héroes?
Y ya no se si el emocionado era él o yo, sin embargo me gusta la idea de pensar que una rata azul y un chef fantasma fueran los que me arreglasen el día; porque una sola frase dicha por el chef me dejo pensando durante un buen rato “Si te enfocas en lo que te pasó jamás podrás ver lo que te espera”, esta sencilla frase me hizo esbozar la primera sonrisa franca de todo mi día…
Y yo con toda mi voluntad no hicimos sino obedecer los mandatos del fantasmagórico dibujo animado y me olvidé de todo aquello que me tenia vuelta loca, preocupada, enojada, lo único que no tuvo merma alguna fue mi agudizada sensibilidad emocional de los últimos días, con decirles que la rata “Remi” casi me hace llorar al final de la película.
Mi lado maduro y adulto me dice que “Ratatouille” no es más que una película más para niños, una trama sin demasiadas complicaciones, un par de cosas alucinadas y buena capacidad para capturar la atención de los infantes; por otro lado, mi lado infantil (en muchas ocasiones más grande que el adulto) me dice que además de divertida, esta cinta nos permite enamorarnos del animal menos esperado (una rata) en el lugar más indicado para el amor: París.
En fin, después de esto mi mente se despejó, y volví a creer que la magia es algo posible, tan solo depende de aprender los hechizos indicados y hacer los movimientos correctos dentro del juego, después de todo: Mi novio es un dragón.

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