De CaRaCoLes y La EsTuPiDeZ

domingo, 30 de septiembre de 2007


Últimamente mis actividades escolares han absorbido mi tiempo cual esponja en medio de la lluvia. La falta de tiempo, la lista de actividades que crece como niño recién nacido, las ideas por realizar, la otra lista de cosas por hacer (las recreativas dejadas para tiempo libre), los amigos a los que no veo desde hace 10 centímetros de cabello (el mío que no he tenido ni tiempo de ir a que lo corten)… todo esto me hizo recordar una lectura que hice en una clase hace ya más de 3 años.
El texto se titula: “Sobre la génesis de la estupidez”, cabe mencionar que pasé cerca de una semana buscándolo entre papeles olvidados para poder citar correctamente su título. Es un texto filosófico que habla de la similitud de los seres humanos con unos animales que están muy lejos de ser los monos: los babosos caracoles.
¿Han visto alguna vez a un caracol de cerca?, la forma en que sus tentáculos salen y entran, como si por dentro tuvieran resortes que les impidieran que todos se asomaran al mismo tiempo; mientras uno se alarga otro se hace pequeño. Este escrito hace una comparación de las habilidades (o las destrezas) humanas con estos peculiares tentáculos.
Un caracol nunca tiene todos sus tentáculos totalmente de fuera, si uno de ellos quiere ser más largo debe sacrificar a otro. Generalmente los que agudiza más son aquellos que sustentan los ojos, caracoles de vista táctil.
Basándonos en la idea del texto en cuanto a las destrezas humanas, mientras estés muy alto en algún aspecto, siempre habrá otro que se esté quedando pequeño. ¿Alguna vez los tentáculos de un caracol están a la misma distancia de su cabeza?
Las habilidades humanas tienen esa misma característica, este texto en particular aborda el problema desde el punto de vista negativo, llamándole a este sacrificio de meter un tentáculo para asomar otro: “Estupidez”. Describiendo esta característica de la siguiente manera: “Cada estupidez parcial de un hombre señala un punto en el que el juego de los músculos en vigilia ha sido impedido más que favorecido”; refiriéndose así al sacrificio de una habilidad para enriquecer otra.
En mi opinión este texto tiene mucho de cierto, necesitaríamos un día de más de 30 horas para lograr que todas nuestros “tentáculos” estuvieran a la misma altura; y aún así considero un verdadero reto tener una mente abierta y preparada para conocimientos y actividades de distintas disciplinas. El elegir aquello en lo que queremos ser buenos hace que sin querer vayamos eligiendo también para que –en palabras de este mismo texto- vamos a ser estúpidos.
Esta semana no pude dejar de pensar en este texto, así como no pude evitar sentirme un caracol. Un caracol que aprecia la diversidad y que quiere que un día sus antenas estén del mismo tamaño, aunque no sea demasiado.

Si por alguna razón les dio curiosidad este texto, puedo decirles que es parte de n compendio llamado: "Dialéctica de la ilustración", de Max Horkheimer y Theodor W. Adorno

4 comentarios:

E dijo...

Interesante post...
Una vez cuando comenzaba a jugar hockey, uno de mis primeros entrenadores cuando se fue a vivir a otro lado me escribió:
"¿Para qué le sirve la concha al caracol? Lo protege, se pues como la concha del caracol y protege tu portería, protege a tu equipo".
Así que trato de ser como la concha de caracol, al contrario de una de mis alumnas que me decía que no porque los caracoles eran lentos y babosos.
jeje pues nomás me acordé de eso ya que mencionaste caracoles.

El Rincón de Manchas dijo...

mmm más que un día de 30 horas lo que necesitamos desarrollar es un disciplina que nos permita hacer (en su momento) diferentes actividades con el fin de poder hacer que "todos nuestros tentáculos estén de mismo tamaño"... así que es voluntad, más que nada.

Memo dijo...

muy buen texto, y me pregunto... donde estan mis tentáculos largos???

Metal Guru dijo...

“La humanidad se ha tenido que hacer cosas espantosas antes de conseguir el sí mismo, el carácter idéntico, instrumental, masculino del ser humano, y algo de eso se repite todavía en cada infancia” (Adorno/Horkheimer). Complementando dicha mirada, Marcuse ha hecho la radical afirmación de que “es en el niño donde el principio de realidad completa su trabajo con tal perfección y severidad que la conducta del individuo maduro es difícilmente algo más que una copia repetitiva de las experiencias y reacciones de la niñez” (Marcuse, 1970, p.63).

Tras este proceso de socialización, como dicen Horkheimer y Adorno, “el niño se ha hecho más rico en experiencias (..) pero es fácil que en el punto en que el deseo fue golpeado quede una cicatriz imperceptible, una pequeña callosidad en la que la superficie es insensible”. Según los análisis de la psicología de masas y la personalidad autoritaria emprendidos desde su Instituto de Investigación Social, son dichas cicatrices las que crean deformaciones, ‘caracteres’ duros: “pueden hacer a uno estúpido: en el sentido de la deficiencia patológica, de la ceguera y de la impotencia, cuando se limitan a estancarse; en el sentido de la maldad, de la obstinación y del fanatismo, cuando desarrollan el cáncer hacia el interior” (Horkheimer y Adorno, “Sobre la génesis de la estupidez”, 1998, p. 303).


Excelente texto, en efecto. Qué suerte que te hayas topado con él tan luego.

CoUnTinG


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