AsHeS AnD SnoW

martes, 25 de marzo de 2008


En 1999 Gregory Colbert tuvo la idea de un museo itinerante que pudiera sostenerse en cualquier parte del mundo, se imaginó una gran estructura: de armado rápido y de materiales que fuera fácil transportar, para ofrecer así un ambiente nómada, transitorio, movible para “Ashes and Snow”, un proyecto que engloba fotografía, video e instalaciones.
Desde el 19 de enero del presente año, la Cuidad de México alberga en su centro histórico la exposición: “Ashes and Snow”, hasta la fecha dicha exposición ha sido visitada por un millón y medio de personas aproximadamente; durante estas breves vacaciones de semana santa tuve la oportunidad de disfrutar esta expo… toda una odisea.
Llegué al Centro histórico de la Cuidad de México junto con mi madre y mi hermanito de 7 años el viernes como a las 9:45 de la mañana, teníamos la esperanza de que nuestro temprano arribo nos permitiría acceder de forma rápida a la exposición (la spuertas se abrían a las 10am), no tuvimos sino que salir del metro para caer en cuenta de nuestro error, aproximadamente mil personas habían llegado antes que nosotros y ahora teníamos que esperar nuestro turno para entrar a lo que a primera vista parecía un palacio de Bambú en medio de la plaza central del Zócalo Capitalino.
Al principio la fila avanzó rápido, apenas abrían las puertas del museo nomádico y la gente entraba como hormigas al hormiguero, estaban tan ansiosos por avanzar y ganar tiempo que algunos cayeron en la tentación de la trampa (y eso que estábamos en semana santa jaja), sin embargo algunos golpes (literalmente) hicieron que la gente viera lo que los otros eran capaces de hacer por defender su lugar. Cuando la fila llegó a su punto máximo de compresión (daba vuelta completa al museo y después serpenteaba por toda la Plaza Central) la gente pareció calmarse, después de todo el calor ya era suficientemente abrumador como para sumarle los bochornos de peleas y empujones.
Una hora después ya todos se habían hecho de algún amigo en la fila, la gente de la tercera edad, mujeres embarazadas y niños pequeños habían podido evadir la pesadez de la fila y habían podido entrar directamente por una puertecita especial (detalle que aplaudo a los encargados de la logística de las visitas al museo), y yo disfrutaba de la sombra de los toldos leyendo un libro.
Durante las más de dos horas de fila escuché conversaciones de todo tipo: el padre de familia que amenazaba con salirse de la fila cada cinco minutos y explicaba a sus hijos acerca de las "mantotas" que iban a ver, las señoras que venían de Puebla o de Guanajuato para hacer compras para salir un poco de provincia, el tipo que todo el tiempo hablaba con su “conocido” para que lo dejara pasar sin hacer fila, los abuelitos que nunca se enteraron de la puerta especial, o los que se indignaban porque apenas tenían 58 o 59 años y les habían confundido con gente de la tercera edad.
Cuando al fin entramos en el palacio de bambú el ambiente entero cambió, o al menos mi percepción de él así lo hizo, el interior estaba oscuro, apenas iluminadas las fotografías (de 3x4 metros aproximadamente), paredes que se daban la impresión de moverse en sutiles ondas y un piso que parecía estar flotando en el gran lago que se simuló. La música era solo armonía, una especie de disculpa por el tiempo que se había hecho esperar, al mismo tiempo la más sutil bienvenida a este espacio que, aún estando dentro de la Ciudad de México, te transportaba a miles de kilómetros de ella.
Entramos en tropel, la cola cada vez se hacía más grande y los encargados de moderar la entrada dejaban entrar a muchísima gente al mismo tiempo, razón por la que no podías detenerte a admirar las imágenes con calma. Aún así traté, junto con mi madre y mi hermanito, de disfrutar con calma, cuando llegamos a la zona de los cortometrajes y el video nos dimos el lujo de sentarnos en el suelo durante aproximadamente una hora; imágenes provenientes de países como Sri Lanka, Tonga, Namibia, Kenya, India, Egipto, Birmania, la Antártida, Borneo, entre otros, se deslizaron ante nuestros ojos como visiones del artista a través de su lente.
Cada fotografía, así como los videos de Gregory Colbert, exploran la sensibilidad poética de los animales en su hábitat natural al interactuar con los seres humanos, rescata esa época en que los humanos se muestran como miembros de la familia de los animales y no como miembros de la familia de los hombres.
Además de fotografías y videos, el proyecto "Ashes and Snow" incluye una novela epistolar, recopilación ficticia de las cartas escritas por un hombre a su esposa en el transcurso de un viaje de un año de duración. El origen del título, Ashes and Snow, se revela en la carta del día 365. Ashes and Snow, A Novel in Letters, fue publicada en 2004.
El material audiovisual esta recopilado en un DVD, el cual venden en la tienda del museo por la cantidad de $50.00 USD, pero están agotados por el momento; a pesar de eso, ustedes pueden conseguir el clon en el metro por solo $20 (parece mentira pero es cierto, luego por eso dicen que los mexicanos se aprovechan de cualquier oportunidad).
El autor intelectual de este proyecto, Gregory Colbert, dijo:
“Mientras exploro las sensibilidades poéticas y el idioma compartidos por todos los animales, con mi trabajo busco redescubrir esa tierra común que una vez existió cuando las personas vivían en armonía con los animales. Las imágenes muestran un mundo que no tiene ni principio ni fin, ni aquí ni allí, ni pasado ni presente.”
Un fragmento de estos videos, para ver si se animan a hacer el viaje antes del 27 de abril (día en que retiran la exposición).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Wow...tengo desde hace un rato la dirección de su sitio web y me quedé encantada. Qué envidia que hayas podido apreciarlo en vivo.

Abrazos. :)

Unknown dijo...

Me hubiera encantado ver la exposición, supongo q ya se retiró, pero escuché que debido al gran éxito que tuvo, el autor comprará un inmueble en el centro histórico para poner una expo permanente.. ojalá así sea!
Gracias Pao!
Te quiero!

CoUnTinG


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