De las sirenas, los sueños y los cumpleaños (especial 150)

martes, 21 de abril de 2009

Hace un par de meses tuve un sueño… ¿Se los cuento?

Era una casa grande, como esas que salen en las películas, rodeadas de árboles y en medio de algo que semeja a un bosque. Nunca supe qué era pero parecía una escuela, una biblioteca o simplemente una casa grande llena de gente y con un aire antiguo. Cerca pasaba un río tranquilo, apenas se adivinaba su curso de lo pequeño que era, parecía nacer de la parte de atrás de la casa, sin embargo nunca me atreví a asomarme a aquella parte.
La casa estaba llena de niños, no recuerdo como fue que llegué allí pero el lugar tenía –para mi- un aire fantasmagórico, al mismo tiempo que me era muy familiar. Los jardines estaban llenos de bullicio, hacían que me sintiera como en casa con todas esas risas sonando a mi alrededor. Veía a todos los niños correr de acá para allá sin reparar en alguno en particular; hasta que me encontré con sus ojos.
Estaba en una banca, un tanto apartado del resto de los niños, con aire serio pero atento y ojos grandes y muy abiertos; tenía un libro en sus manos y parecía que nada más que eso existía para él en el mundo. Lo estuve observando un rato sin que me prestara atención alguna.
Recuerdo que vagaba por la casa en busca de algo interesante que hacer, bebía algo mientras caminaba, leía algo aquí, desacomodaba allá, curiosa y perdida al mismo tiempo. El lugar por dentro parecía mucho más grande… o al menos esa impresión me daba. A veces, me topaba con esos ojos grandes y curiosos mientras caminaba, sin embargo, sus pasos lo hacían escurridizo y jamás pude acercarme suficiente.
De pronto llegué a ese lugar, aquel al que todos vamos de vez en cuando, ese donde se oye el agua correr y los espejos resplandecen al sol: El baño. Los baños de mujeres cerca de la sala de gimnasia para ser específicos.
Era un baño extraño, azulejos, pisos y techos parecían haber sido pintados en tonos sepia con acuarelas; las regaderas estaban llenas de vapor y con éste se formaban cortinas como por arte de magia, parecían cristales empañados que apenas dejaban que las siluetas se dibujaran a través de ellos, sin embargo, si uno pasaba la mano, se desvanecían por completo.
Los retretes estaban al otro lado, unas puertas al frente aportaban la privacidad necesaria para su uso, sin embargo, en la parte de atrás había una especie de hueco, era como si las paredes a los costados estuvieran incompletas; este hueco estaba a todo lo alto y desembocaba en unos grandes surcos en el piso, por dichos surcos corría agua cristalina, era evidente que no era drenaje o desperdicios, era transparente e incluso olía bien.
Mi curiosidad me hacía regresar todos los días a aquellos baños, siempre con algún artefacto que me ayudara a ver de donde venían o a donde iban esos canales con agua cristalina. Cada día que pasaba los canales iban haciéndose más y más grandes hasta que un día fueron lo suficientemente grandes como para darme cuenta que, detrás de las paredes había una especie de lago… con… ¿peces?
Miedosa como siempre, salí corriendo en cuanto vi que algo vivo se movía entre las aguas. Al salir me topé con sus ojos, volteó a verme por el ruido que provocó mi sobresalto, alcancé a ver lo que leía, al parecer un viejo cómic informático. Bastante raro para un niño de no más de 9 o 10 años.
Lo tomé de la mano y le dije “Acompáñame”,él se negó por tratarse del “Baño de las niñas”, sin embargo, le conté rápidamente acerca de mi descubrimiento. Incrédulo pero curioso entró conmigo en el baño, estaba casi vacío, sus lentes se empañaron casi al instante así que se los quitó.
Entramos a uno de los compartimientos del retrete, ahora era todo un río lo que pasaba por detrás de él, lo invité a asomarse, él lo hizo y sus ojos fueron más grandes que nunca antes. Casi en un suspiro dijo “Sirenas”.
¿Sirenas? Contesté, yo solo ví un par de peces hace un momento, le decía. Pero él estaba como en otro mundo, su rostro daba un aire de hombre e ciencia frente a un nuevo descubrimiento. Tras algunos segundos de silencio me dijo “Vamos para alla”. Yo me negué al inicio, sin embargo, el pensar que alguien 13 años menos que yo tuviera más coraje y pasión por la aventura me hizo saltar a aquel riachuelo detrás de él. Se llamaba D., me lo dijo cuando saltó al agua.
Tras unos segundos nadando estábamos en una especie de cueva subterránea llena de agua, con un lago enorme en el que, en efecto, había montones de sirenas bañándose, D. No dejaba de verlas con sus ojos enormes, jugaba con ellas, sonreía, chapoteaba y tocaba sus grandes colas. Yo estaba impresionada, aquel era un paraíso escondido.
A partir de aquel día D. Y yo siempre fuimos a visitar sirenas; eramos cómplices y amigos, durante esos escapes me permitía tener de nuevo 10 años y arriesgarme sin miedos, siempre segura de que sus ojos grandes y tiernos estarían para verme cuando despertara.
Felices sueños, feliz Cumpleaños.

La semana pasada no hubo canción de la semana porque estaba reservando este post -el 150- para contarles mi sueño y para felicitar a su protagonista en su cumpleaños (hoy ya un día tarde). Ojala un día de verdad encuentre sirenas.

¿Y la canción? Se las pongo mañana, buscare alguna de sirenas también.

1 comentario:

Akisuki dijo...

de sirenas? mpues de la sirenita xD

CoUnTinG


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